17 de abril de 2014

Rubén Darío y el Barça

En otro de mis afanes por reunir fútbol y poesía, vuelvo con una nueva entrada a este blog para hablar, cómo no, de lo que se hablará durante toda esta semana en los medios de comunicación y familias más futboleras: "hacia el Fin de Ciclo Blaugrana: ¿realidad o ficción?". 

Ayer, en clase de Literatura Hispanoamericana, comentamos unos cuantos poemas del único e irrepetible Rubén Darío. Pero ayer, también, como mucha gente de España y alrededores, vi la final de la Copa del Rey entre el FC Barcelona y el Real Madrid. Cuando el corre-caminos de Bale disparó su segunda bala acabando de rematar a los culés, me vino a la mente uno de esos poemas que habíamos estado comentando en el aula: "Salutación al optimista". En esta composición, insertada en el poemario Cantos de vida y esperanza (1905), Darío aboga por la unión de las diferentes razas hispánicas para resurgir de las pérdidas de: Cuba, Puerto Rico, Filipinas y el Canal de Panamá (por parte de Hispanoamérica), con el fin de que juntos sean una única fuerza y vuelvan a levantarse.

"Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,
espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve!
Porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos
lenguas de gloria. (...)
y en la caja pandórica de que tantas desgracias surgieron 
encontramos de súbito, talismánica, pura, riente,
cual pudiera decirla en sus versos Virgilio divino,
la divina reina de luz, ¡la celeste Esperanza!" 

El Barça, después de tirar una buena temporada en dos partidos (Atlético y Granada), necesitaba estar unido, remando en la misma dirección, porque como bien ya dice su himno (nuestro himno): "Tots units fem força". Por eso y por orgullo propio tenían que darlo todo en la lucha por el único título que quedaba vivo (sí, está la Liga, pero ya no dependemos de nosotros y, bueno, seamos realistas...). El objetivo no solo era hacerse con otra Copa del Rey, sino que también era demostrarse a ellos mismos que, realmente, pueden ganar cuando quieren ganar, además de darle una alegría a su fiel afición. 

Pero, queridos lectores, como dicen por ahí: "la realidad siempre supera a las ideas". Yo vi a un Barça desganado (salvando a Iniesta y Bartra; cuando entró Pedro poca cosa podíamos hacer), que no se creyó en ningún momento que podía ganar (y jugábamos con ventaja, porque no estaba CR7) o, mejor aún, no quiso ganar: algunos, reservándose para el mundial, decidieron seguir andando para no perder la tónica de los partidos contra el Atlético y el Granada; otros, que lo intentaban y ponían el espíritu de Puyol en cada jugada (Bartra, grande y joven tesoro, o Iniesta, eterno bailarín sobre el verde). Así fue, la unión brillaba por su ausencia, las ganas de llevarse el título estaban el limbo de lo inefable, Messi estaba en Brasil y Alves le hacía de guía turístico. Ante todo esto, Xavi poco puede hacer si no tiene a unos rematadores que quieran rematar. Asimismo, como bien apunta uno de mis más preciados periodistas deportivos, Rubén Uría, en su artículo "Un plan sencillo que Bale un título", el Madrid no hizo un partido espléndido, sino que el planteamiento de su juego, el sencillo y poderoso contraataque, superó con creces al 600 del Barça. Justo vencedor o no (aquí ya entraríamos en otra discusión más polémica, aunque para mí: sí) el Real Madrid se llevó el título. El Ferrari de Bale, Di María y compañía atropellaron a unas lentas tortugas, las cuales decían ser jugadores del Barça. Así que, como buena perdedora que soy (a veces), le doy la enhorabuena al madridismo por conseguir su primer título de la temporada y, con todo mi corazón, espero que sea el último.  

Ya sabemos que el Fin de Ciclo está aquí... ¿y ahora?

Los modernistas, de la mano del simbolismo y parnasianismo - entre otros - renovaron de la mejor manera posible el panorama literario y cultural del Fin de Siglo. Para conseguirlo tuvieron que sacrificar muchas cosas, y llevar a la perfección otras. Por tanto, el Barça, la junta directiva que está detrás, los "mandamases" culés, debería plantearse una renovación en el club, de arriba abajo. No se puede consentir que según qué jugadores no hagan lo que saben hacer, no corran como deben correr y no apunten a portería como deben (y saben) apuntar. No se puede consentir que el Tata Martino no aproveche, y conecte al cable de alimentación ganador, a todas las piezas con las que dispone en la plantilla. No puede ser que nuestro segundo portero sea Pinto (con todo mi cariño; que se quede, sí, pero como animador del club). No, hay muchas cosas,  pero sí más que menos, que deben cambiar de cara al futuro. Pedir otro triplete sería ignorar que, como dijo Guardiola, en el fútbol (y en la vida) se pierde más de lo que se gana. Lo que yo quiero, lo que, imagino, la afición quiere es ver al equipo concentrado en un solo fin: ganar, ganar, y solo ganar. Necesitamos un profeta de la casa que levante el club, que arriesgue y renueve, que no le tiemble la mano al despachar a según qué jugadores (¡vete ya, Alves!¡Adiós, Cesc!), en definitiva, que se unan todos los que se tienen que unir (absténganse aficionados viscerales y poco objetivos; directivos que solo miran su cartera, entre otros tóxicos que rodean el panorama blaugrana) y que despierten al Barça de la siesta. 

Que suban los que quieren correr

No ganamos, no, pero, al menos, en mi caso, grité como nunca el gol de Bartra. Este joven, con tan solo 23 primaveras, demostró a muchos veteranos lo que se debe hacer en una final (parece que lo han olvidado): dejarse la piel. Se ve que es uno de los pocos que tiene presente que no solo se puede meter gol a 1 metro de la portería. Si ese balón llega a estar más envenenado, y llega a sorprender a Casillas, se sumaría a la lista de goles inolvidables de nosotros, los culés. No hubo fortuna en ese disparo kilométrico, pero sí, casualmente, en su cabezazo tras un córner. Si los de la primera plantilla no quieren jugar, pues que suban los que tengan ganas, los que quieren al equipo y los que quieren contentos a la afición. Que suban los que quieren correr. 

Foto del partido

He aquí uno de los más grandes capitanes de la Historia del Barcelonismo,  Carles Puyol, consolando al pequeño Marc Bartra, futuro del club, que seguro seguirá aprendiendo cada día más. 



Aquí me despido, mis fieles lectores, y opto, igual que Rubén Darío, por unirnos para levantar lo caído, en renovar lo que está muerto: Força Barça!

"Únanse, brillen, secúndense tantos vigores dispersos;
formen todos un solo haz de energía ecuménica"

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