7 de noviembre de 2014

Noviembre de Poesía (IV): Ángel González

ME BASTA ASÍ


Si yo fuese Dios


y tuviese el secreto,


haría


un ser exacto a ti;


lo probaría


(a la manera de los panaderos


cuando prueban el pan, es decir:


con la boca),


y si ese sabor fuese


igual al tuyo, o sea


tu mismo olor, y tu manera


de sonreír,


y de guardar silencio,


y de estrechar mi mano estrictamente,


y de besarnos sin hacernos daño


-de esto sí estoy seguro: pongo


tanta atención cuando te beso-;


entonces,




si yo fuese Dios,


podría repetirte y repetirte,


siempre la misma y siempre diferente,


sin cansarme jamás del juego idéntico,


sin desdeñar tampoco la que fuiste


por la que ibas a ser dentro de nada;


ya no sé si me explico, pero quiero


aclarar si yo fuese


Dios, haría


lo posible por ser Ángel González


para quererte tal como te quiero,


para aguardar con calma


a que te crees tú misma cada día,


a que sorprendas todas las mañanas


la luz recién nacida con tu propia


luz, y corras


la cortina impalpable que separa


el sueño de la vida,


resucitándome con tu palabra,


Lázaro alegre,


yo, mojado todavía


de sombras y pereza,


sorprendido y absorto


en la contemplación de todo aquello


que, en unión de mí mismo,


recuperas y salvas, mueves, dejas


abandonado cuando -luego- callas...


(Escucho tu silencio.


Oigo



constelaciones: existes.


Creo en ti.



Eres.



Me basta.)






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